domingo, 4 de marzo de 2007

Muerte en el rodeo

Muerte + extravío

Primera monta que veo, primera muerte que presencio. Nunca había estado en un rodeo, mucho menos en uno con tinte urbano. Mi iniciación en esa extraña arte fue como testigo de la muerte del primer jinete del espectáculo: Mario Ramírez, creo que era hondureño y hasta el momento en el que me retiré era el virtual ganador de ese extraño espectáculo.

Soportó cinco segundos sobre el lomo de un bravío animal, de acuerdo con el cronómetro del jurado. La flexibilidad con la cual ese hombre se movía sobre el lomo de aquel bravío toro, a los poco segundo de iniciar la “monta”, me llamó mucho la atención. Pero cuando aquel cuerpo se dobló hacia delante y jamás se recuperó me sobresaltó. Hay sangre, gritó Elena Salamanca, acaso menos nerviosa que yo ante aquella horrible escena. Elena fue quien me instó a ver aquel espectáculo campirano que terminó en luto seguramente.

Aquel cuerpo cayó como un saco sobre la tierra del Anfiteatro de la Feria Internacional, después de estar muchísimos segundos derramado sobre aquel lomo mortal.

Hasta ahí comprendí por qué minutos antes los montadores besaron el suelo y luego dibujaron una cruz entre su cabeza y su pecho (más de alguno incluso hasta tiró aquella tierra en su afilado sombrero). Aquella escena me hizo clavar mis uñas en el brazo de Elena.

Uno de los auxiliares del espectáculo se acercó al cuerpo, de un tirón lo puso en pie. Tenía la esperanza que aquel hombre reaccionaría, aunque cuestioné aquel modo horrible de levantarlo, nada que ver con las técnicas de paramédicos. Mientras tanto los otros jinetes peleaban para que el toro no se acercara a aquella macabra escena. Creo que en la pista solo había una mujer enfermera con uniforme de Cruz Verde, pero ella no salió a la zona del rodeo.

El reloj corría. El animador no paraba de hablar. “Se va poner bien”, explicaba a la multitud, como si se tratara de un esguince. Luego el arrullo arrebatador de las sirena. En el horizonte trataba de imaginar la escena dentro de la ambulancia. He regresado a casa y esa imagen no se borra de mi mente (incluso después del posterior angustioso episodio en el cual Elena Salamanca se me perdiera en la autopista a Comalapa justo cuando nos dirigíamos hacia San Salvador; pero ella tras un mal viraje llegó hasta la colonia Montelimar, muy cera del Aeropuerto, después de no contestar mi angustiada llamada telefónica vía celular, ya que ella al filo de las seis de la tarde aún no había almorzado y está en control contra la hipoglucemia. Bueno ella terminó perdida, aturdida y yo con un episodio de ansiedad y una gran jaqueca-. En fin. Un domingo bastante agitado. En otra entada les contaré las cosas bonitas del día.

2 comentarios:

HuelveElena dijo...

Blanca!!! No jodás! Primero aparezco como sanguinaria y después como perdida.

María Tenorio dijo...

Que yuca, Blanca. Nunca habia sabido de una muerte en un rodeo. Nunca he presenciado uno en mi vida, dicho sea de paso, y no he quedado convidada a hacerlo.