Son las tres de la mañana. No tengo sueño. Rayos. Mañana tengo que trabajar. Moriré de sueño. Revisando la fototeca de mi celular no puedo evitar entretenerme con las imágenes de Bartolito. Sí, Bartolito. Así se llama el hipopótamo que nació hace dos años en un circo salvadoreño-hondureño que estaba instalado en San Bartolo.
Pues resulta que a este peculiar mamífero --que a mi más bien me parece un enorme cerdo oscuro o un pariente lejano de la Bibiana, la rotwailer que es propiedad de mi hermana, que come y semeja una vaca-- es una de las atracciones del circo América Espectacular.
Al animalejo, que nació en agosto de 2006, le celebraron su segundo cumpleaños el domingo pasado con una función especial.
A las instalaciones de La Prensa Gráfica lo llevaron a exhibir un jueves por la mañana. Algunos colegas míos incluso lo abrazaron, lo montaron y se tomaron fotos. A mí simplemente me inspiró miedo. Miedo por los horribles sonidos que emitía. Sonaba como a Godzilla. Su enorme hocico de pequeños dientes también me intimidaban.

Pero de todo aquel espectáculo lo que más me sorprendió fue la pacha con la cual alimentan a esta especie animal y el tipo de bebida que le dispensan. En un botellón blanco, coronado por un gran biberón rosa, Bartolito toma Coca-Cola o Pepsi, de acuerdo con sus cuidadores.
Un hipopótamo que toma Coca-Cola. El estómago se me corrompe. No se trata de sacar a flote el espíritu conservacionista. Es que me resulta absurdo e increíble.
¿A quién se le ocurre dar bebidas carbonatadas con cafeína a esta especie animal que está en peligro de extinción? ¿Por qué le gusta ese tipo de cafeína? ¿Se pondrá alterado? Los pocos minutos que vi al animal, me pareció bastante apacible y tranquilo. Lo suficiente como para tomarle muchas fotos.
Sinceramente, nunca se me hubiera cruzado por la cabeza que estos animales consuman Coca-Cola. Me parece el colmo de lo absurdo, de lo irreal. Pero en estos días donde el chavismo nos está haciendo más ancha la línea de la tolerancia a lo irreal, lo fantástico y lo absurdo, Bartolito no es más que una nimiedad.
Pues resulta que a este peculiar mamífero --que a mi más bien me parece un enorme cerdo oscuro o un pariente lejano de la Bibiana, la rotwailer que es propiedad de mi hermana, que come y semeja una vaca-- es una de las atracciones del circo América Espectacular.
Al animalejo, que nació en agosto de 2006, le celebraron su segundo cumpleaños el domingo pasado con una función especial.
A las instalaciones de La Prensa Gráfica lo llevaron a exhibir un jueves por la mañana. Algunos colegas míos incluso lo abrazaron, lo montaron y se tomaron fotos. A mí simplemente me inspiró miedo. Miedo por los horribles sonidos que emitía. Sonaba como a Godzilla. Su enorme hocico de pequeños dientes también me intimidaban.
Pero de todo aquel espectáculo lo que más me sorprendió fue la pacha con la cual alimentan a esta especie animal y el tipo de bebida que le dispensan. En un botellón blanco, coronado por un gran biberón rosa, Bartolito toma Coca-Cola o Pepsi, de acuerdo con sus cuidadores.
Un hipopótamo que toma Coca-Cola. El estómago se me corrompe. No se trata de sacar a flote el espíritu conservacionista. Es que me resulta absurdo e increíble.
¿A quién se le ocurre dar bebidas carbonatadas con cafeína a esta especie animal que está en peligro de extinción? ¿Por qué le gusta ese tipo de cafeína? ¿Se pondrá alterado? Los pocos minutos que vi al animal, me pareció bastante apacible y tranquilo. Lo suficiente como para tomarle muchas fotos.
Sinceramente, nunca se me hubiera cruzado por la cabeza que estos animales consuman Coca-Cola. Me parece el colmo de lo absurdo, de lo irreal. Pero en estos días donde el chavismo nos está haciendo más ancha la línea de la tolerancia a lo irreal, lo fantástico y lo absurdo, Bartolito no es más que una nimiedad.