lunes, 30 de junio de 2008

Girlicious, cero vibra


Este domingo transmitieron la final de la competencia Girlicious. Las cuatro finalistas no me inspiran, no me apasionan como sus antecesoras, las Pussycat Dolls. El vídeo es aburrido, plano, monótono. La cámara hace su mejor esfuerzo ante cuatro cantantes que no comunican nada. Tanto dinero, tantos episodios, tanta novela por cuatro malas intérpretes. Mal. Asco. Escupo.

Un corto de vídeo hecho libro...perdido en la sección infantil


El sábado me zambullí en librería La Ceiba para buscar un obsequio por el quinto cumpleaños de mi sobrino, Alejandro. En la sección infantil me encontré con este libro que me pareció fascinante. Al abrirlo mis ojos fueron recibidos por dos páginas negras. Al voltearlas me presentó una escena. Paso la página. ¡Sorpresa! La escena es apenas un elemento de un cuadro más grande. Luego esa imagen es una pieza de otra imagen más general y así sucesivamente. Al cerrar la tapa tuve la impresión de haber visto un pequeño corto de vídeo. Un bonito ejercicio visual convertido en libro, perdido en la sección infantil.

Acá les comparto una reseña de esta pieza visual hecha libro:

Zoom by Istavan Banyai
This wordless picture book re-creates the effect of a camera lens zooming out.
For example, one illustration shows a boy on a cruise ship, the next shows him from a distance, and the next reveals the whole ship. Finally, the viewpoint moves back farther and it turns out that the ship is actually a poster on a bus.
The perspective continues to recede, revealing the bus as an image on a television screen. Three pages later, viewers see that the person watching TV is drawn on a postage stamp.
The final picture shows a view ofEarth from space.
To heighten the effect, all of the full-color illustrations appear on the recto, while each verso is completely black. It's fun to watch the transition in perceptions as a farm becomes a toy, the girl playing with it is on a magazine cover, etc.

Selfish


Este finde fue largo, divertido, reflexivo e intenso. Entre otras cosas me pinté el cabello de azul negro (pero se ve más negro que azul). Me compré un esmalte de uñas ¡rojo! y pasé una hora aplicándolo (la motricidad fina no se me da con naturalidad).

Este finde se apoderó de mi un antojo de egoísmo, rebeldía y vanidad...¡y se siente rico! Me hace sentir viva y con ganas de devorarme el mundo con una cuchara bien grande. Es una sensación deliciosa, después de tantos meses de pasividad por una larga y sobrevalorada espera.

Creo que La Lola se murió

Por estos días mi casa es un caos. Apenas se ve el piso. El fin de semana La Lola se cayó. Ni caso le hice en aquel maremagnum de ropa y artículos domésticos que inundan mi casa. Pero ayer la levanté (ah, por cierto, La Lola es mi bicicleta) y resulta que tenía el cuello torcido (el manubrio pues), los cables de frenado todos retorcidos y una pieza de plástico del freno quebrado. Me duele mucho su suerte. Espero que tenga reparo. Lola, te quiero, aunque no me creás. Estás tirada, pero te quiero.

viernes, 27 de junio de 2008

"Eso sólo pasa en el mundo de Blanca Abarca"


"Eso sólo pasa en el mundo de Blanca Abarca". La frase me la vive restregando César Castro (alias el Brauni, brevemente conocido como "Chiquitón" en la bartolina de la colonia Zacamil). El comentario siempre aflora cuando termino de contarle mis múltiples y amargas aventuras cotidianas. Hoy no fue la excepción, al contarle cómo empecé el día.

Pues resulta que desde hace tres días mi vehículo -llamado "Balín"-- andaba con la aguja del control de combustible en la E de "Empuje" (no "Empty", sino "Empuje").
Y justo hoy al Balín le agarró pataleta y berrinche en pleno bulevar Santa Elena, cerca del cruce hacia el Hotel Holiday Inn.
"Que ya no camino y no arranco", me refunfuñó El Balín, a plenas 8 a.m. Se armó un congestionamiento de padre y señor mío. Me pintaron, insultaron y demás.
Por suerte, un colega, Eduardo Portillo, me vio en el apuro. Amablemente me preguntó por el radioteléfono si necesitaba ayuda. Gentilmente dio la vuelta al redondel y tuvo la caballerosidad de ir a comprar gasolona por mi. Para tal efecto, le proporcioné un depósito que almacena un galóon de combustible.
Después de un par de minutos, Guayo, alias "Dudu", apareció con el depósito lleno. "¿Te ayudo?". De buena gana acepté su colaboración.
Inclinamos el depósito rojo con boquilla negra en el tanque de combustible. Nada. No salía el combustible. Presionamos la boquilla del depósito y voilá ¡la gasolina comenzó a bajar al tanque!
Cuando terminamos aquella operación, ¡sorpresa! El envase quedó atascado. Por más que jalamos, aquella boquilla -con pestaña de seguridad incluida, para el tapón, no para el tanque- se resistió a salir de mi carro.
Con el poco combustible que bajó al tanque me fui a una estación de servicio con la esperanza de que me ayudaran a destrabar aquel artefacto. Nada. No se hacían responsables.
Luego apareció un compañero de transporte. "Mejor llévelo al taller. Es necesario que le bajen el tubo del tanque de combustible". Para mis adentros sólo dije: "¡Glup! Vaya forma de empezar el día". Ni les cuento cómo se puso a temblar mi bolsillo.
Con el poco combustible me dirigí al taller que siempre ha atendido a mi Balín. Tras repetir la historia un mecánico buscó un electrodo y comenzó a jalar aquella rebelde boquilla.
No soporté ver cómo trataban el tanque de mi combustible. Así que mejor huí. Después de vaaaaaarios minutos. Solo los mecánicos llegaron a la sala de espera de clientes del taller. Yo solo tragué gordo. Esperando que no hubieran deteriorado el tanque de combustible. Con lo cara que está la gasolina -y eso que El Balín ya dejó de alimentarse con gasolina especial desde hace muuuchos años-- no será ninguna ganga que mi tanque tenga una fuga.
Después del percance, fui a probar el tanque del combustible, para evitar quedarme de nuevo a media calle. La aguja subió. El gas no se escapó y así reanudé la rutina laboral, después de casi dos horas y media. Moraleja: Nunca más dejés la aguja en la E de Empuje.


P.D.: Para la próxima quizas me compre un depósito de combustible con bomba incluida (como la que se muestra en la imagen).

Frases célebres de Saca

"Quiza en el 2004 se hizo un cambio muy grande
en este país, que yo llegara a la presidencia"

"En este país, afortunadamente no hay reelecciones.
Si no llega un alocado que quiere quedarse 20 años en el poder"
"Qué sabroso es comenzar el desayuno.
Bueno, no nos han dejado todavía el desayuno.
Yo no comí. Mi mujer me sacó de la casa sin comer.
Me dijo: Allá vas a comer Tony, espero"

"Me reuní con el emir de Qatar,
que es un señor que mide como dos metros, es enorme.
Su majestad me recibió, platicamos.
Me pregunta cuántos hijos tengo.
-Tres varones. ¿Y usted, majestad?
-Catorce, me dijo.
Claro, él es musulmán. Tiene cuatro mujeres.
Yo tenía la inquietud -y esto es una broma- de preguntarle
cómo aguanta usted a cuatro mujeres.
Esto es broma, señoras que me están escuchando.
Y le digo a su majestad:
-Cuál es el precio, la legítima aspiración de los países petroleros
Porque son como 20 países petroles, casi 20.
No sé cuántos forman la OPEP pero esos países,
que están absorbiendo absolutamente el dinero del mundo".

"Hay un señor ahí en Suramérica
que está pidiendo que suba a $200 el barril.
Dios nos agarre confesados si eso pasa".


Discurso del presidente Elías Antonio saca
durante desayuno con iglesias
7 de junio de 2008

jueves, 26 de junio de 2008

Sexo en la ciudad, la decepción


Decepcionada. Así terminé cuando saqué el último disco de la sexta temporada de Sexo en la Ciudad de la bandeja de mi DVD player. Me acuerdo que ese día me retorcí del enojo de ver que mi pelotón femenino favorito --que durante cinco temporadas demostró una vida emocional más enredada que una bola de pelos de un rastafari y un tren de relaciones de pareja más estrepitoso que una carrera de microbuses de la ruta 38 en la carretera Troncal del Norte— cayó rendido ante el maldito síndrome de Cenicienta.

La temporada acabó con el consabido y gastado final feliz, después de cinco temporadas las protagonistas nos vivieron remachando que el mundo de las relaciones es un intrincado laberinto. Las cuatro acabaron, sí, claro, como no, felices con un hombre a la par. Tras concluir la temporada le di vuelta a mis sesos pensando que si fue una deliberada ironía de los productores que aquellas flamantes mujeres se quedaran con extrañas antítesis de príncipes azules: un mesero convertido en símbolo sexual a fuerza de bombardeo mediático, un nervioso propietario de un bar, un abogado calvo que suda en exceso y que vive esparciendo vello corporal y Big, ese enigmático y maligno ejemplar.

Aún mordisqueando mi rabieta, por aquel mal sabor que me dejó el happy ending de la sixth season, me zambullí a ver “la película”. Iba con la esperanza que aquel largo episodio en pantalla gigante redimiría la esencia original de la serie.

Craso error. Encontré una historia que fácilmente se puede cortar en bloques, empacar y despachar. Al inicio no me quise sugestionar con la crítica del comentarista de cine Élmer Menjívar, quien días atrás había planteado que la película era una reunión de todos los finales probables de la serie. (Élmer: creo que tenés un poco de razón.).

La verdad es que la película me pareció uno de esos largos episodios hechos justo para hacer sufrir a los seguidores con un final forzado y con algunos errores. Si no, alguien me puede explicar cómo es que quedaron “olvidados” un par de zapatos azules en el armario del penthouse que Big compró para Carrie. ¿Cómo una compañía de mudanzas empacó todos los bienes de Bradshow, menos ese par de zapatos azules, gracias a los cuales Carrie se reencontró con Big y lo perdonó por dejarla plantada el día de la boda?

En la película, no sé si fue mi paranoia, pero me temo que salió a flote la tensión entre Kim Catrall y Sarah Jessica Parker. De lo contrario cómo explican que Samantha termine exiliada en la ciudad de Los Ángeles y desaparezca de las ultra chic calles de Nueva York. Además, ¿cómo es posible que ese mujerón insaciable llamado Samantha salga corriendo tras un hombre hacia la frenética ciudad angelina.

Otro punto que llama la atención es que Catrall no protagonizó ninguna escena de alcoba, lo cual indica quién se salió con las suyas en la negociación de retorno para filmar la película.

La aparición del personaje de Santa Luisa de San Luisa me pareció encantadora. Breve, pero encantadora.

Aunque agradecí que incluyeran un desfile de modas, extrañé primerísimos planos de zapatos. Y los zapatos que incluyeron en la película no me parecieron despampanantes (perdón, colegas zapatófilas, pero es la verdad). Los únicos que me llamaron la atención fueron las sandalias con figura de esqueleto de pescado que usó Samantha, durante su breve transformación en mesa humana de sushi.

Me pareció pecado capital que no dedicaran un par de minutos a la selección de calzado para el vestido de bodas de Carrie. Oigan, estamos hablando de una zapatófila consagrada y del día de su boda. Cómo es posible que hayan dedicado ni una tan sola toma de vídeo. ¡Agh! Al llegar a este punto ya comienzo a molestarme con la película. Así que mejor lo dejo hasta acá. Vayan a verla, piensen en las cinco temporadas anteriores, reflexionen y comenten. Talvez disentimos o comulgamos en algo.

http://www.sexandthecitymovie.com/